El reto del Fénix es vencer al enemigo de Ícaro: el Sol. Ser capaz de ascender y ascender y mantenerse en lo alto contemplando el radiante y flamígero astro con aplomo, entereza y decisión. Y al final fusionarse sin morir: sol alado. El pájaro de fuego cubre sus libres alas con las llamas para evitar los ardientes rayos. Y en primavera, cuando las nubes no dificultan la visión del ave y la lluvia y el frío no debilitan su ánimo expansivo, entonces alcanza la mayor plenitud del año. Ícaro fue vencido por el Sol y por el Sol es llamado a la vida, y el fuego es su fuente de vida y de muerte a un mismo tiempo. Las llamas son su arma, chispas doradas iluminando el cielo y lenguas de fuego expandiéndose por el horizonte integrándolo. Pero las llamas también lo hieren. Los rayos de sol acentúan su energía, avivan su fogosidad y lo vuelven más capaz, más fuerte.
El Fénix es una evolución del Ícaro. Ícaro siempre vuelve a construirse nuevas alas y realmente solo el el gélido y gris invierno pueden convertirlo en una criatura pacífica, pasiva que reposa las tardes en su nido esperando el solsticio para volver a volar y caer.
Todos los años cae, pero todos los años llega un poco más arriba, más cerca de conquistar el Sol. Conquistar el Sol es volar siempre sin miedo y seguro de uno mismo
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