Dos defectos propios de mi locuacidad desmesurada, de mi pasión por las letras y por la discusión que a menudo invade conversaciones ajenas o me impide cerrar una idea en paz.
Las consecuencias son que mis amigos se molesten por no dejarles terminar lo que tengan que decir porque yo me sobreponga con mi vehemente impulso de participar.
Que hacia el final de cualquier proceso en el que me encuentre que requiera de concentración (una exposición, un deporte, un juego de tiempo o incluso un rollete) se me vaya de las manos por los nervios, me precipite o me relaje en exceso o me exceda de confianza.
Me toca trabajar mucho esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario