"Salió hacia el exterior y se detuvo en el jardín. La tarde ya caía sobre una calma mortal y silenciosa que creó un enorme vacío en su interior y le acongojó. Pronto unas solitarias lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas sin drama. Los rayos de sol vespertinos bañaron su piel y el leve calor le hizo sentir algo reconfortado, pero pronto el otoño enfrió sus extremidades. Le gustaba sentir el cálido sol en la cicatriz e imaginar que así se cerraba y se dejó absorber por esta fantasía mientras relamía la sal de las lágrimas ya detenidas. Observó las alargadas nubes como dedos sonrojados por el sol y las más gruesas perfiladas en oro avanzar lentamente en el cielo. Apoyó su espalda sobre un ciprés, relajó sus miembros y permaneció allí un rato dejando errar su pensamiento cansado y apático.
Entonces, cuando el sol ya había desaparecido prácticamente de la cordillera Baco, sobre las copas de los pinos del Bosque Profundo cuyas ramas más altas acariciaban los últimos rayos, algo se dibujó. Parecía una ilusión, una proyección, como un arco iris que se iba aposentando sobre el bosque cada momento con mayor solidez. Unos gigantescos huesos entraban y salían de entre los árboles confundiéndose con ellos. Aquellos huesos, identificó Draya, eran solo la cola y parte de las alas de su padre que abrazaban la naturaleza para ensalzarla. Sintió una atracción irreprimible, como si la propia osamenta le invitara a formar parte del espectáculo natural. Desprendía un aura irresistible. La hiedra y el musgo habían hecho su nido sobre el cadáver de su padre y el sol lo barnizaba en cobre creando la sensación de estar enfrente de una majestuosa ruina dadora de vida. Y sin haber sido consciente de sí mismo se adentró en el bosque.
Al dar el primer paso bajo los irreales árboles, éstos se ensombrecieron y el paisaje desapareció como borrado por una ráfaga de aire gélido. Ya era de noche."
Fragmento de mi Proyecto 4
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