Hacia una épica minimalista. Las pequeñas conquistas construyen un gran reino.

sábado, 9 de junio de 2012

Crítica a Blancanieves y la leyenda del cazador



La revisión de este cuento tradicional para un público juvenil responde a la exitosa tendencia comercial en los últimos años por el cine y las producciones audiovisuales de ambientación medieval y género fantástico-épico. Como buen cuento, pues, comienza con un “érase una vez”.
En este caso tenemos una adaptación de más de dos horas de este cuento que por momentos se hace tediosa. Como ocurrió en su día con la adaptación de Disney aquí también se transforma el folklore de acuerdo a los valores y estilo de nuestros días. Para empezar tenemos a la dulce actriz que se hizo famosa con Crepúsculo, tras pasar inadvertida con una gran película como Hacia rutas salvajes, que responde al estereotipo de inocente y de corazón. Ahora bien, como protagonista estos dos valores resultan impropios de una heroína feminista moderna y cómo intentó, también fracasadamente, en su día Tim Burton con Alicia en el País de las Maravillas viste a su bella y delicada dama de hierro y la pone a liderar un ejército y a dar discursos políticos. Y Blancanieves lo hace magníficamente a pesar de que ha pasado la mayor parte de su vida encerrada en una torre y no tiene esa formación guerrera ni retórica. Como suele ocurrir en el género del cine fantástico de baja calidad se justifica cualquier inverosimilitud como magia, cuando en realidad responde a la incompetencia de sus realizadores. Por otro lado, es una chica de piel pálida y cabellos negros con sensuales labios rojos que se contrapone a la despampanante rubia, de piel morena y madura Charlize Theron (reina Ravenna). Esta diferenciación clásica entre la femme fatale y la delicada y frágil rosa pero confiable podemos observarla en otras películas como Match Point. Y aunque el espejito mágico diga que la más hermosa es Blancanieves estoy seguro de que muchos espectadores masculinos tendrán sus serias dudas.
Esta madrastra está amargada por el desamor y la crueldad de los hombres malos que abandonan a sus mujeres. Su misandria es solo comprable a su neurotismo y megalomanía, pero se nos muestra algo de su traumático pasado para hacer este personaje algo menos plano. En cuanto a Blancanieves responde a la estructura clásica del viaje del héroe de Joseph Campbell: parte de casa, se fortalece en mil batallas, destruye al monstruo en la prueba final y adquiere el reconocimiento y el éxito para comenzar una nueva era de esplendor. Ahora bien, es un personaje con unas contradicciones y anacronismos enormes fruto de la adaptación de un personaje perteneciente a una sociedad tradicional que pretende ser un personaje heroico moderno. Por un lado, es suficientemente autónoma para escapar de la torre por sí misma sin ningún caballero, tan solo mediante el favoritismo que le brinda la naturaleza por ser la elegida (un clavo dispuesto por las hadas y un caballo blanco de carreras esperándola en la playa).
Como suele ocurrir, en los enanos de inspiración tolkieniana se concentra casi toda la vis comica (a execepción de algún momento del cazador) y papeles tradicionales, como el del anciano profeta ciego. El resto de personajes son serios y carentes de expresar algún tipo de humor. Otros elementos propios de la cultura popular que refuerzan el carácter folklórico de esta película es el venado blanco, originario de la corona británica, el gran castillo sobre el mar, los soldados del mal sin rostro o las maniqueístas contraposiciones paisajísticas entre un tétrico bosque oscuro que ensalza los miedos de los que se adentran (árboles desnudos cuyas ramas se retuercen, flores que sangran, gases venenosos, etc.) y un exuberante, edénico y armónico bosque de hadas lleno de luz y musgo. En este sentido, huelga decir que tanto uno como el otro son descritos con un preciosismo y riqueza de detalles admirable. Los poderes mágicos de la reina bruja también son recogidos y expuestos con una gran calidad tanto por sus vampirescas habilidades para absorber la juventud de doncellas y volatilizarse en cuervos en lugar de murciélagos, como su capacidad para metamorfosearse en terceros, curar heridas o marchitar la vida. Además, a diferencia de su antagonista, es astuta y para colarse en el castillo no lo aborda a capa y espada, sino que utiliza la vieja estrategia del caballo de Troya: se hace pasar por prisionera del ejército enemigo y se gana el favor del rey Magnus con su belleza.
Pero la gran y ambivalente aportación de esta adaptación es el cazador, que le quita el puesto de caballero salvador al príncipe azul, William, hijo del duque. El cazador, reconocido por todos por su papel en Thor, ídolo de masas entre mujeres, cambia su martillo por el hacha y se adentra en el bosque oscuro, allí donde nadie más es capaz. Como indica el título este es el segundo protagonista y frente al príncipe azul, el serio caballero clásico que lo haría todo por su amada, este es un borracho, ladrón y mentiroso que solo vive para sí mismo. El príncipe azul es también atractivo pero no tiene el encanto de los tipos duros y maduros que ya han padecido el desamor y las desigualdades sociales. Puesto que es un personaje mucho más elaborado será su beso, y no el de William, el que la despierte. El amor, en el sentido de amor cortés, transgrede las clases sociales y no se queda en la Corte. Blancanieves también llegará a besar a su amigo de la infancia, demostrando una iniciativa propia de una verdadera feminista, pero tras la coronación de Blancanieves la película no se compromete a decirnos quién será el nuevo rey. Todo parece indicar, pues, que tanto el beso del cazador como sus miradas y flirteos constantes eligen al plebeyo. Un final apropiado para las parejas atendiendo a estos estereotipos serían los siguientes: por un lado los principitos y por el otro la reina y el cazador. Pero respetando la estructura del cuento la bruja ha de morir, y como suele decirse vulgarmente “muerto el perro se acabó la rabia”. Ya que querían modernizar el cuento, habría encontrado más interesante y menos populista y comercial un final alternativo a lo que todo el mundo esperaba. Pero lo que nos queda claro, como ya demostró en su día Helena de Troya, es que la belleza gobierna.

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