Hoy he roto mi política ante una serie de provocaciones infantiles que no me han dejado indiferente, como debería haber sido. Y he respondido demasiado y he dado muchas explicaciones. Eso me hace ahora sentirme desnudo y tonto porque estas luchas no tienen victoria, nunca me han servido de nada realmente bueno y solo me meten estúpidos líos. He sido honesto pero he medido y analizado cada palabra, lo cual hace que todo sea estúpidamente importante. Todo el mundo pasa y yo soy el único que se involucra demasiado a menudo por una irresistible pasión por participar en resolver un enigma o problema ético. Y alguien, alguien ante quien no quiero parecer débil, me lo ha hecho ver y he seguido dando más explicaciones para aumentar a estas horas mi sensación de vulnerabilidad. Pero si no soy culpable de nada no debería darlas, como ya sé muy bien. ¿Por qué entonces lo hago? La razón es simple: porque en lugar de concentrarme en mis aburridas tareas, he comenzado a dar vueltas al asunto y alimentando la calidad de mis argumentos. Era apasionante. Y la otra razón es que no aguanto considerarme cobarde o miedoso, sino que soy participativo por naturaleza y me pierde mi vanidoso deseo de dominar y lucirme. Estas son mis viejas luchas sin victoria o victorias sin gloria que detestaba pero que tengo que respetar, al fin, como una parte intrínseca de mi. Y ya está, a tomar por saco que es lo único que tengo ganas de decir a todo el mundo.
En fin, sí, aquí estoy dando más explicaciones pero como no hablo con nadie en concreto ya me va bien para desahogarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario