Hacia una épica minimalista. Las pequeñas conquistas construyen un gran reino.

jueves, 4 de octubre de 2012

Beatus ille y ecologismo del s. XVIII


No sin esfuerzo hemos conseguido volvernos tan desgraciados. Cuando por un lado se consideran los inmensos trabajos de los hombres, tantas ciencias profundizadas, tantas artes inventadas, tantas fuerzas empleadas, abismos colmados, montañas allanadas, tierras roturadas, lagos excavados, marismas desecadas, edificios enormes levantados sobre la tierra, y por otro lado se investigan con cierta reflexión las verdaderas ventajas que han resultado de todo esto para la felicidad de la especie humana, no puede uno sino quedar afectado por la sorprendente desproporción que reina entre estas cosas, y deplorar la ceguera del hombre que, para alimentar su loco orgullo y no sé que vana admiración por sí mismo, le hace correr ardorosamente tras todas las miserias de que es susceptible, y que la bienhechora naturaleza había tomado la precaución de apartar de él.
 Los hombres son malvados; una triste y continua experiencia nos dispensa de probarlo; sin embargo, el hombre es naturalmente bueno.[1]



[1] Rousseau, Jean-Jacques. Del contrato social. Sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Madrid: Alianza Editorial, 2002. P. 338-339.

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