Hacia una épica minimalista. Las pequeñas conquistas construyen un gran reino.

viernes, 27 de julio de 2012

Y ahora Batman Revolutions

Tras una segunda parte más que notable Batman, la leyenda renace es no obstante una decadencia de su predecesora. Lo de traducir en el título en español un "leyenda" se está convirtiendo en una costumbre tras Blancanieves y la leyenda del cazador. Deber ser que añadir leyenda sube el éxito en taquilla en España. Soluciona medianamente el criticado final sobre la mentira necesaria para gobernar un estado de forma justa. Se evidencia la corrupción de los políticos y se presagia una revolución urbana en manos de un pintoresco tirano sin boca. La filosofía de los héroes se fundamenta en la presupuesta necesidad de que la ciudadanía necesita iconos que reverenciar, mesías que nos salven tiempos de crisis como estos. Lo cual no deja de ser la concentración del poder en uno, absolutismo, o en unos pocos, oligocracia, que como Batman ostenta el poder económico: un timócrata. Claro que si este es un filántropo que lo da todo por los más necesitados por su sentimiento de culpabilidad de clase se le perdona. Al menos en esta tercera parte él es el verdadero protagonista y se percibe una evolución del prota. No como en su predecesora, donde el Jóker y Dos caras eclipsaban completamente al caballero oscuro en sus actuaciones. Obviaremos toda esta parodia sin sentido que intenta reflexionar sobre la política en EE.UU en estos tiempos tan aciagos, porque al final Batman vence al villano, pero no al sistema que los crea y que en el fondo legitima.

Esta tercera parte es la más pomposa y efectista de las tres con diferencia: no falta sexo, besos de película, explosiones, momentos críticos y mesiánicos por dóquier, vaciladas y hasta una bomba nuclear. Un actor de la altura de Morgan Freeman demanda más protagonismo pero en su lugar se privilegia a un villano más o menos elaborado que es despachado al final con un cohete sin más dramatismo. Una lagrima de cocodrilo pretende hacerlo más redondo al final pero no está muy bien conseguido. Es sustituido, no obstante, por la aparente santurrona filántropa (Marion Cotillard con su acostumbrado papel de bella bohemia afrancesada y atormentada por el pasado) que, como no, finalmente se convierte en el núcleo del mal. Lo que el Joker diría un as en la manga pero sin ningún tipo de coherencia argumental. Eso sí que es una payasada de los guionistas. Y después de un acto de heroísmo supremo de Batman, finalmente mira por sí y no solo se convierte en una leyenda si no que se da la gran vidorra en el Mediterráneo. Será que no me gustan los finales espectacularmente felices porque no son nada verosímiles, pero aun así para ser una peli de superhéroes supera en calidad a la mayoría como Green Lantern, Hulk o el capitán América por la complejidad de su trama y reparto de actores.

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