El
debate de la eutanasia está estrechamente ligado al principio de
autonomía y a cómo debe entenderse éste. Según Battin y Singer,
la verdadera autonomía en situaciones de gran sufrimiento es
extrañamente posible y fácilmente cuestionable, sobre todo porque
estos pacientes son vulnerables a la depresión y a otras
alteraciones psicológicas. Pero si no aceptamos el sufrimiento y la
enfermedad, al menos hasta cierto grado, como un estado normal y no
alterado de nuestra vida y conciencia sino como algo propio de ella
que nos ayuda a desarrollarnos como personas, entonces debe valorarse
en el proceso individual de toma de decisiones como algo natural y
necesario y no como un vil agente externo y coactivo. El empleo de
medicamentos que mitiguen el dolor, aun cuando necesarios en la
medicina paliativa, no se considera tan a menudo un alterador de la
conducta. La consecuencia directa de ello, como apunta Gómez Sancho
cuando habla de la “era de la aspirina”, es el abuso de medicinas
hasta el punto de que la mayoría de drogodepencias son consecuencia
de drogas legales.
El
debate de la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido
lleva más de treinta años en curso como demuestran los textos de
Singer de finales de los setenta. Tras la experiencia de algunos
países que la han legalizado, ya sin suponer aun ninguna catástrofe
humana como algunos detractores pronostican, es un debate que va
siendo hora de que se resuelva a nivel internacional.
Independientemente de las situaciones médicas de emergencia de
naturaleza prácticamente ingobernable en la que no hay tiempo para
protocolos, debe haber normas para cuando sí lo hay. Como advierten
Battin o Camps, si se sigue polarizando el debate ello solo hará
nuestras muertes peores porque está es una cuestión sobre la
calidad de vida, que es la que los gobiernos, sobre todo aquellos
con Estado del Bienestar, deberían valorar en primera instancia.
El
cine y las producciones audiovisuales son mayoritariamente
partidarios de la regulación legal de la eutanasia. No hemos
encontrado ejemplos en el cine en contra a excepción, quizás, de
Camino y tampoco la descarta directamente, sino que manifiesta una
defensa de luchar contra la enfermedad y el sufrimiento, por duros
que sean, hasta el final. Eso sí, obviando en gran medida los
desagradables y terribles síntomas de una leucemia aguda.
Todas
las producciones analizadas tienen una inevitable carga dramática
que las hacen muy atractivas desde el punto de vista comercial hasta
el punto de que algunas de ellas han sido oscarizadas como Million
dollar Baby, El mayor espectáculo del mundo, Mar
adentro o El paciente inglés. La cuestión del
sensacionalismo de estas películas es considerada por los críticos
como un sesgo a su calidad, aunque solo se reconoce ampliamente en el
caso de Mar adentro y Camino. Ahora bien, como el
motivo de la defensa de la eutanasia parece noble porque la acogida
es bastante popular (lo cual demuestran las encuestas citadas), nadie
discute su oportunismo. Ahora bien, la emotividad, que no
sensacionalismo o efectismo, no es en sí un argumento para
considerar estas películas manipuladoras. Como defienden autores
como Benjamín Rivaya es indisociable el mostrar estas historias sin
expresar las emociones implicadas porque son inherentes al dramatismo
de lo que está sucediendo. Este realismo cinematográfico, como la
exposición de terribles padecimientos y la propia muerte en la gran
pantalla (siempre que sea veraz) es considerado a veces impúdico,
pero podría considerarse también una estrategia pedagógica para la
formación de la población y el profesional médico. Revelar y
aprender que muchos médicos practican encubiertamente y a su pesar
la eutanasia (House MD); observar la falta de formación de la
mayoría médicos para tratar con sus pacientes (Mi vida sin mí),
familiarizarse con el lenguaje médico (House MD), descubrir
que existe el testamento vital o que en definitiva se juzga mucho
mejor cuando se conoce y se comprende la historia personal del
individuo postrado en una cama (El paciente inglés) son
situaciones que tan solo se nos presentan en las narraciones o ante
la vivencia directa. Que algunos consideren impúdico su
espectacularización probablemente sea una consecuencia del
ocultamiento y evasión de la muerte en nuestras sociedades (Mi
vida sin mí). Esta película nos demuestra que se es más
consciente de estar vivo, más autónomo, más activo y abierto
socialmente y emprendedor cuando se es consciente de que uno es
finito. Las narraciones, en este caso las cinematográficas que hasta
nos permiten saber qué ocurre en el torrente sanguíneo (House
MD), es donde uno acompaña a unos personajes extraños en
situaciones que le resultan a uno extrañas. Así, mediante este
acompañamiento se produce una progresiva identificación con
situaciones ajenas a la experiencia rutinaria personal que enriquecen
nuestra visión del mundo. El cine, como demuestran sobradamente
películas como Jonnhy cogió su fusil, es una herramienta
básica para ensanchar la realidad individual y el horizonte de
perspectivas y así sensibilizar a la población. Su calidad
dependerá de las herramientas de reflexión y contraste que
proporcione al espectador, así como del nivel de adecuación a la
realidad médica. También los documentales como el de Trenta
minuts donde aparecen testimonios reales de personas que piensan
en la eutanasia ya o en un futuro cercano nos permiten descubrir
cuanta verdad hay en estas películas y tener una perspectiva más
directa y realista si cabe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario