Hacia una épica minimalista. Las pequeñas conquistas construyen un gran reino.

domingo, 22 de mayo de 2011

El Racó del Café y otras cosas de barrio

Desde que el clima en mi ciudad goza de un baño de sol y temperaturas espléndidas paso más tiempo en la calle. Cuando voy en solitario me gusta observar a las gentes, sus comportamientos, sus formas de vestir, comentarios que hacen en determinadas situaciones, qué piden en la cafeteria o con quien van acompañados. Así he descubierto bastantes cosas.

La nueva atracción del barrio son tres crías de gato paridas la semana pasada en el jardín del estanquero. Hay varios candidatos a padre que merodean estas calles, pero el muy rufián no parece ejercer las funciones tradicionales que le pertocan. Ha abandonado a la familia. La madre, una gata negra con patas blancas, ha tenido que criar sola a un siamés, un gato travieso y oscuro como la noche, y un vago atigrado cuyos hermanos le pisotean y privan de la leche materna. La hembra fue avispada, los llevó a un pequeño jardín abandonado (que forma parte de una casa no alquilada) donde están refugiados entre grandes y salvajes matojos bajo unos enormes cipreses. Algunos vecinos se han solidarizado con esta familia y les han llevado comida, leche y hasta una caja para que se resguarden de la lluvia. Incluso yo me pasaba a echar alguna mirada paternal por ahí de vez en cuando. Hasta ayer que misteriosamente desparecieron y nadie sabe si es que han sido acogidos por alguien o la madre ha decidido mudarse con ellos. Puesto que ya son grandecitos (tienen casi tres semanas) algunos argumentar que la madre no pudiera cargar con ellos. Así pues, la primera teoría es la más plausible. En su lugar, han caído de los cipreses varias crías de garza, una con un fatal desenlace, y las otras a la expectativa de ser rescatadas aun por su ruidosa madre. Curiosamente, estas pequeñas aves de aspecto cuervesco y canto infernal a nadie le inspiran ni la mitad de ternura que los gatitos. Parece que no se puede uno encariñar con nada. La vida es así de caótica y aleatoria.

El otro día estaba sentado en la cafetería de siempre tomando mi habitual granizado de fresa cuando observe que en una mesa estaban sentados dos hermosas rubias y un joven de veintitantos con mucho desparpajo. Parecían todos amigos pero en cuanto se marchó una de ellas, la pareja que quedó se dio un ardoroso y prolongado magreo. Al día siguiente volvía estar la joven con otros amigos suyos y cuando llegó el amante no le dirigió un afectuoso cariño, ni siquiera un triste saludo. "Una relación secreta"- pensé yo-.

En la misma cafetería, mientras Romeo y Julieta se estaban dando el lote, suele ir un hombre barbudo a jugar a las tragaperras. Pero el otro día averigüé que solo finge hacerlo. El hombre no echa una moneda a la máquina, pero se entristece y alegra con jugadas imaginarias. Un café con teatro, un café con historias de amores secretos, lugar de encuentro de diversas nacionalidades (pakistaníes, chinos y españoles). Quizás sea verdad, como decía Zygmunt Bauman, que el futuro de la sociedad sucede en los espacios públicos. O en barrios pueblerinos.

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