Hacia una épica minimalista. Las pequeñas conquistas construyen un gran reino.

martes, 29 de mayo de 2012

El debate no resuelto de la eutanasia (conclusiones) 1

"Comprobamos por las noticias que en España, las comunidades autónomas que demuestran una mayor sensibilidad hacia la legalización de la eutanasia son Andalucía y Cataluña, de donde provienen la mayoría de iniciativas favorables. Ello también se comprueba si contrastamos la definición de la RAE que es mucho más imprecisa, escueta y desfasada que la del diccionario María Moliner o la del Institut, donde se demuestra una mayor sensibilidad filológica. Pocos países del mundo han regulado la eutanasia y la mayoría de ellos se concentran en Centroeuropa. El Estatuto de Autonomía de Cataluña deja hueco interpretativo a la eutanasia, pero al estar bajo la sumisión del Código Penal pierde capacidad de maniobra legal.

 La buena muerte y la muerte digna son expresiones demasiado genéricas e imprecisas que se han convertido. No obstante, son las más utilizadas por los medios de comunicación probablemente ante el miedo de comprometerse en sus palabras. De esta forma, podríamos considerarlas palabras comodín, a menudo también usadas por los políticos. El PSOE utiliza otras variantes retóricas como “atención al final de la vida” ante el mismo miedo y con el objetivo de complacer a la mayor parte posible de la opinión pública, pero su postura y compromiso hasta ahora ha sido ambivalente e indeciso. El Partido Popular solo acepta el testamento vital como progreso médico en este terreno y promueve el desarrollo de los cuidados paliativos pero denuncia la muerte digna o cualquier otra variante de esta expresión porque las considera sinónimas de la eutanasia, que denuncia abiertamente. Diferencian más claramente cada uno de los conceptos demostrando mayor sensibilidad ERC y ICV (IU) que legalizarían la eutanasia. Por ello, a menudo se dice que la reivindicación de la eutanasia es un tema de izquierdas. Existe una gran confusión para saber de qué estamos hablando en cada momento y una falta de rigor y precisión en el uso de los términos, a excepción de la Vanguardia que constata una mayor preocupación. Esta confusión es admitida por los periódicos pero a menudo mal resuelta. Las definiciones no están consensuadas ni siquiera dentro de los mismos periódicos, a veces son ambiguas y no sabemos de dónde son sacadas. Así pues, hay una gran disparidad en el dominio del lenguaje médico más específico y por tanto más riguroso (rechazo de tratamiento, limitación del esfuerzo terapéutico, etc.) según el periodista. En el caso de periódicos como el Mundo y el ABC a menudo hacen un uso falso y demagógico para denunciar la eutanasia como un asesinato. Ejemplos de ello los encontramos en El Mundo cuando preguntan a un hospital del Opus Dei en Pamplona (Virgen del Camino) o en los artículos de Isabel F. Lantigua o el editorial de Rafael Bravo donde se quiere mostrar la eutanasia como un crimen solapado.

La discriminación entre “activa” y “pasiva” apenas ayuda a saber de qué hablamos en cada momento. El sentido de estas definiciones y el tratamiento de la información está mediado por la línea política del periódico. Así pues, los periódicos no generan realmente un debate con perspectivas contrapuestas para incitar a la reflexión, sino que se limitan a seguir una línea de pensamiento preestablecida por la línea política del periódico. La verdadera reflexión y debate en la prensa escrita solo comienza a ser posible cuando un ciudadano comprometido con la actualidad lee diferentes periódicos al mismo tiempo. Comprobará entonces la falta de formación de muchos periodistas, o lo poco que se informan previamente, a la hora de emplear en sus redactados términos sobre un tema específico, como es el caso de la eutanasia. La gran cantidad de noticias que van apareciendo en los periódicos en relación a la eutanasia indica que es un tema de gran interés y de actualidad. La eutanasia es una cuestión que se debe ejercer desde la medicina pero en la que interviene la política, la ley y la sociedad en su conjunto puesto que tiene un profundo calado ideológico en la que cualquiera podría verse involucrado. De aquí que los participantes de este debate en los periódicos sean tan variados. Ello enriquece y complica al mismo tiempo el consenso y justifica de nuevo la interdisciplinariedad de este trabajo.

Las encuestas realizadas en muchos países de occidente que aun no han legalizado la eutanasia como Alemania, Gran Bretaña, España, etc. revelan que más de un 60% de la población estaría dispuesta a regularla. Aun así, como demuestra Jean Davies o documentales como Morir sense morir, los gobiernos de dichos países desacreditan estas encuestas, las obvian o soslayan esta cuestión aludiendo a que no es un tema prioritario o que no hay suficiente consenso social y debe seguir debatiéndose. Los partidos políticos de derechas y la Iglesia Católica son las principales fuerzas sociales que impiden su regulación y actualmente en Europa, en la que actualmente tienden a gobernar partidos de centro o de derecha. Entre los argumentos más habituales de los detractores de la eutanasia constatamos el miedo creciente a que prevalezca el satisfacer los intereses del paciente frente al cuidar y curar de los médicos. También tiene mucho peso el argumento de la santidad o inviolabilidad de la vida humana, que entre los defensores es considerado un principio no absoluto que pertenece a la religión. En las declaraciones del Vaticano que hemos visto se demuestra una manipulación de los conceptos (easy death en lugar de good death) que no hacen más que seguir desacreditando sus aportaciones a este debate. Autores como Dworkin, Singer o Kuhse defienden que si algo sagrado como la vida ya ha perdido toda su calidad, su valor operativo que es el único en verdad valioso, entonces su sacralidad se vuelve circunstancial y darle un final digno es la mejor consideración que se le puede hacer. Por otro lado, algunos autores como Davies o Dworkin señalan que no es lo mismo estar vivo, pero por ejemplo vegetal, a tener una vida, es decir, ser autónomo e independiente de los demás. La calidad de vida es el principal contraargumento de estos autores. Ante los enormes avances en tecnología y farmacología, que señalan autores como Gomez Sancho o Giesen, también ha aumentado la concentración de poder en los médicos sobre las vidas de sus pacientes. Ello requiere de una regulación constante para evitar abusos y negligencias aunque a veces entorpezca y ralentice el ejercicio de la medicina trauduciéndose en una peor atención al paciente. También defienden autores como Camps regular la eutanasia para tener mejores garantías y atención médica y evitar la mala praxis. Aun así, parece claro que en situaciones de emergencia es imposible realizar un ejercicio debidamente regulado, nos dice Battin, aunque ello no quite que debiera haber una norma. Por otro lado, la concentración de poder en los médicos genera miedo y desconfianza. Precisamente, la falta de formación de los médicos sobre cómo ayudar a morir, atender las necesidades de sus pacientes y tratar a aquellos en estado terminal no hace más que acentuar esta desconfianza. Películas como Amar la vida o la serie de televisión House MD nos lo demuestran. Así pues, este debería ser uno de los grandes retos de la medicina moderna. El oficio de médico consiste en salvar vidas, no en matarlas, dicen los médicos contrarios a la eutanasia, pero arguyen los defensores que el médico también es un terapeuta y no puede dar la espalda a las necesidades y preocupaciones de su paciente por disparatadas que puedan parecerle. El médico también ha de tener una dimensión humanitaria."

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