Nuestra naturaleza narcisista

"El niño no puede permitirse ser el segundo, o sentirse devaluado, y menos excluído. "¡Le has dado el caramelo más grande!" "Toma tú un poco más" "¡Ahora tiene ella más zumo!"... Y así una y otra vez. Un animal que adquiere sus sentimientos de valía simbólicamente tiene que compararse a cada minuto con los que le rodean para asegurarse de que no se convierte en el segundo. La rivalidad fraterna es un problema crítico que refleja la condición humana básica: no se trata de que los niños sean depravados. egoístas y dominantes. Expresan de forma abierta el destino trágico del ser humano. El niño tienen que justificarse ante sí mismo como un objeto de valor primordial en el universo: tiene que destacar, ser un héroe, contribuir lo más posible a la vida en el mundo, mostrar que cuenta más que nada o que nadie. [...]

Pero a nadie le resulta fácil admitir la verdad de la necesidad del heroísmo, ni siquiera para los que realmente quieren que se les reconozca su pretensión. Ese es el problema. Como veremos en discusiones posteriores, llegar a ser consciente de lo que uno hace para conseguir el sentimiento de heroísmo es el principal problema autoanalítico de la vida. [...]

Creo que si cada uno de nosotros admitiese su anhelo de ser un héroe, nos encontraríamos ante una descarga de verdad devastadora. Provocaría que exigiéramos a la cultura que nos diese lo que nos debe: un sentimiento primordial del valor del ser humano como partícipe único de la vida cósmica. ¿Cómo se las arreglarían nuestras sociedades para satisfacer una petición tan auténtica sin removerse hasta sus cimientos?"

Introducción a La negación de la muerte, de Ernest Becker