Para la mayoría de la gente el día a día es odioso. El trabajo o los estudios que realizan a diario son un verdadero fastidio que hay que hacer para sobrevivir hoy y mañana. Y esperan ansiosos el fin de semana o las vacaciones. A mi me pasa más bien al revés. Cuando llegan las vacaciones tengo un montón de tiempo libre que me gusta aprovechar para hacer otras cosas que también me llenan, pero que no constituyen la centralidad de mi vida. El sentido de mi vida está en lo que hago habitualmente cada día, no en esperar a lo que haré tal o cual día. Así es como se explica que vivamos con ansiedad. ¿Que es ansiar sino esperar con angustia?
A esperar a salir de fiesta el sábado, al día en que viajaré a tal país o el momento cuando podré salir con esa chica o con mis amigos o con la familia. Y así estamos todo el día esperando para poder evadirnos. ¿Si la vida tiene que depender de estos pequeños periodos de tiempo entonces que pasa con el resto? El resto, que es la mayor parte del tiempo, es lo que debe importarnos. Si tienes que hacer algo que no te gusta por obligación, y todos tenemos constantemente cosas así, aprende a transformarlo de alguna forma en algo positivo, en un reto o en una aventura para ti.
Solo cuando has aceptado que tienes esa obligación ineludible puedes disfrutar de ella. Y si te decides a cambiar esas obligaciones por otras, concéntrate en hacer ese cambio de verdad, vívelo como una aventura, no como una huida. Pero sin olvidar que solo al aceptar lo que haces te concentras en tu tarea y te vuelcas por entero. Si nunca lo haces con nada, lo más probable es que te sientas un miserable. Y no hay nada más satisfactorio y placentero en esta vida que estar absorbido en cada momento en lo que haces.
Limitar al máximo las distracciones. Aprender a concentrarse en lo que uno hace en cada momento ayuda a vivir con plenitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario