Hacia una épica minimalista. Las pequeñas conquistas construyen un gran reino.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Historia y publicidad de una suculenta vacilada

Sucedía ayer jueves que iba paseando por las calles de Barcelona con un buen amigo a las 8 y tantas tras una semana bastante estresante cuando de golpe leí en un cartel de restaurante : "Carrusel de pizza, coma todas las pizzas que quiera por 10 euros". Por cada pizza que pedías te daban un cuarto de ella y mi amigo y yo nos propusimos llegar a la indigestión. En honor a la verdad primero mi amigo no se lo creía y prefería irse a su casa a comer no se que restos de la cena de sus padres, así que concedí irnos prometiéndome que volvería. No obstante, no se si por psicología inversa o por mis argumentos incontestables ("vamos, preguntamos y si no te convence nos volvemos") a él le pareció que me había convencido con demasiada facilidad y resolvió ir finalmente. Es decir, supongo que al final se decidió porque quería tener la última palabra.

En cualquier caso, lo normal que ellos preveen es que como mucho te comas cuatro cuartos de pizza, que es el equivalente a una entera bastante considerable, pero nosotros nos comimos seis cuartos y una de ellas era la "fondue pizza": un notable bol de pizza triturada con jamón york, sobrasada, dátiles, queso y tomate acompañado por ocho triángulos de crujiente masa pizza para untar. Esta se llevó la matrícula de honor de la noche y bien valía al menos por dos. Nos comimos sin exagerar un total de dos pizzas por cabeza que equivalían a un precio total de 40 euros, cuando solo pagábamos 20. Estaba excluida de la oferta la bebida así que solo me pedí una botella de agua de medio litro y el resto de agua me la iba bebiendo en el baño (nada mal por cierto) donde además aproveché para hacer zarpar varios submarinos y crear hueco al quinto y sexto cuarto de pizza. Ni que decir tiene que cuando íbamos por el quinto el personal del restaurante ya nos estaba preguntando con preocupación, para regocijo de nuestra vanidad, si "íbamos terminando". Como el quinto trozo de pizza pepperoni no me convenció en absoluto, decidimos pedir una sexta, "la fumata" (jamón cocido ahumado con queso y tomate), sin duda un gran final de fiesta por estar entre las mejores también. Mi amigo y yo no podíamos parar de reírnos ante nuestra insaciable gula, la incredulidad de los camareros y la minimalista cena que unas chiquillas con mucho potencial físico estaban haciendo a nuestro lado en comparación. ¿No es ya bastante triste pedirse un plato de ensalada en una pizzería con ofertas como esta como para además compartirlo con la amiga?

Cuando decidimos que habíamos cumplido con el desafío propuesto superando las expectativas del restaurante, y tras rechazar obviamente la oferta del postre que no iba incluida y que el propio camarero consideró pura retórica, pedimos la cuenta mientras nuestras carnes hacían sufrir el límite de elasticidad de nuestras ropas.

Y así fue como, risueños y orondos, Carlos Pareja e Isaac Orenes salieron triunfantes en lo que fue, en un principio, tan solo un improvisado paseo por Barcelona y que finalmente se convirtió en una fantástica y económica aventura de lujo gastronómico. ¡Como putos reyes vamos!

Y eso sí, como prometí y como agradecimiento, haré publicidad en mi humilde medio de comunicación:

http://www.elraco.com/

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