Introducción
¿Podemos decir que estamos en una época de pesimismo cultural? Algunos autores como Weber o Durkheim hablan, el primero, de un desencantamiento, y el segundo de un ocultamiento de los dioses. Estos conceptos cobran especial importancia en un Occidente cansado y muy desilusionado por tanta promesa incumplida. ¿Está la respuesta, como decía Sócrates, en que “debemos encantarnos a nosotros mismos”? Parece imperar una sensación de tedio, de apatía, de un no saber qué hacer porque todo parece descubierto y consumido y crece así nuestra desorientación profundizando en una honda crisis de sentido global. ¿Ha satisfecho ya el sistema capitalista nuestros deseos más alocados y morbosos? ¿Se debe quizás este agotamiento al hedonismo desenfrenado de los últimos tiempos? G. Simmel habla en La filosofía del dinero de que “las cosas fuera de la espiritualidad” se han convertido en las dominantes sobre sí mismas y como dijo Carl Jung “nos falta la intensidad de la vida”.
Lo que este trabajo propone es que esa “intensidad” solo puede alcanzarse a través de la imaginación, de nuestra capacidad creativa, como disposición fundamental y trascendental desde donde puede pensarse la creatividad social y el cambio histórico. Además, la imaginación es el mecanismo antropológico para ensanchar los horizontes del ser humano y desbloquear las coacciones que siente cada individuo que la realidad le impone. En este sentido, este trabajo considera que la imaginación tiene una función claramente liberadora, en ella está la clave para darnos soluciones a nuestras vidas por su función creadora, y es absolutamente necesaria para el desarrollo de la humanidad. Sin embargo, está muy infravalorada y a menudo es un concepto que rápidamente se asocia a lo infantil e ingenuo en un mundo donde el discurso científico es el predominante sobre el filosófico o el artístico. Es decir, predomina la explicación y la racionalidad (puesto que “la ciencia no piensa” y por tanto no busca comprender sino explicar, como decía Heidegger) frente al discurso hermenéutico y sugestivo. Como dice Blumenberg, nos encontramos con que “la percepción del mundo está acompañada de una evaluación del estado de adecuación de las cosas para su uso”. Aquí reflexionaremos e imaginaremos qué hacer ante este panorama y quién debe hacerlo.
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